Por Andrés Felipe Múnera C.
Politólogo
(imagen de: CELAG)
Brasil se prepara para las elecciones presidenciales más polarizadas en la historia del país, que se llevarán a cabo el domingo 7 de octubre. El principal candidato a ganar la presidencia, el ultra derechista y ex militar Jair Bolsonaro hoy se encuentra hospitalizado después de un atentado que sufrió en una de sus presentaciones de campaña a finales de agosto, lo cual lo llevó a una intervención quirúrgica que lo puso entre la vida y la muerte.
Por el bando de la izquierda, el mayor y principal candidato a derrotar a Bolsonaro y ser nuevamente presidente de Brasil era Luis Ignacio Lula Da Silva, quien desde la cárcel comenzó su campaña a la presidencia, siendo esta la única posibilidad que lo salvaría de cumplir los 17 años a los cuales fue condenado por temas de corrupción durante su gobierno. (Lula, ídolo de los pobres a la cárcel por corrupción, 2018). Al negar el Tribunal Electoral la candidatura de Lula Da silva para las elecciones de octubre, se designó como representante del Partido de los Trabajadores al ex alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, quien ahora llevará las banderas de este partido y de gran parte de la izquierda para ocupar desde el 1 de enero de 2019 el Palacio de Planalto.
Ahora bien, el atentado que recibió Bolsonaro lo posicionó como posible ganador de las elecciones de su país, días después del mismo. Sin embargo, a una semana de la primera vuelta de las elecciones quien ocupa la principal intención de voto es Haddad con un 22%, superando por cuatro puntos a Bolsonaro, que por cuestiones de salud aún no ha sido dado alta del hospital y ha perdido mucho tiempo de preparación de su campaña electoral. (Haddad lidera las encuestas con 22% de intención de voto en Brasil, 2018)
Las elecciones de 2018, vienen marcadas por varios aspectos. El primero es el actual presidente Michel Temer que tiene una aceptación del 4% lo que es sin lugar a dudas la percepción política de un gobierno más baja en la historia de Brasil. En segundo lugar el juicio político a Dilma Rousseff por los escándalos de corrupción que al mismo tiempo posicionaron como presidente a Temer para terminar el periodo de la ex mandataria. En tercer lugar la crisis económica que ha sufrido Brasil en los últimos años, lo que ha llevado a fuertes protestas sociales en las principales ciudades del país. Y en cuarto lugar los problemas políticos de Lula Da Silva que en muchos sectores de escasos recursos de este país es visto como un héroe por sus políticas sociales y económicas que ayudaron a sacar de la pobreza a más de 20 millones de personas (Así sacó el gobierno de Lula Da Silva a 28 millones de brasileros de la pobreza, 2010).
Las elecciones en Brasil generan un interés en la región por varias razones que van desde el apoyo que reciben los gobiernos cercanos al actual mandatario como la ayuda para miles de venezolanos que hoy cruzan la frontera de este país, pero sobre todo por el peso como líder regional que Brasil tiene en América Latina y que desde comienzos del siglo XXI ha generado muchos choques contra las posturas de Estados Unidos. Países como Brasil y México, principales potencias de la región, quieren mantener su zona de influencia definida, por lo que en años recientes han utilizados espacios como UNASUR, MERCOSUR, OEA y la CELAC, para ejercer una presión de no intervención de otros Estados de la zona.
Pero Brasil por ahora viene en una recuperación económica muy lenta que lo tiene privado de hacer exigencias políticas y mantener una posición fuerte constante que le permita ser visto como una líder regional y una futura potencia mundial. La elecciones de este domingo son muy importantes para Brasil porque sus ciudadanos tomarán la decisión de volver al Brasil protagonista en el escenario internacional o llevar a su país a ser el principal aliado de los Estados Unidos en la región, rol que hoy en día cumple Colombia, pero que por la fuerza política, económica y social del país carioca lo pone como un actor importante y trascendental para los intereses norteamericanos en la zona (El liderazgo de Brasil, 2009). Por otro lado si la opción de los brasileños es volver a la izquierda, la principal beneficiada va a ser China, que ve en Brasil un actor importante en su región y un socio con el cual pueda compartir un mercado económico (América Latina) normalmente muy activo.
En definitiva el futuro de Brasil se juega en octubre y 2018 pasará a la historia como el año en que la población tomó las riendas de una nación necesitada de buenas noticias, una bonanza económica, pero sobre todo de una estabilidad política con funcionarios honestos que dejen a un lado la tentación del dinero fácil.
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