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El plebiscito por la paz: ¿Un castigo a Santos o una victoria del NO?

Por Andrés Felipe Múnera C. Para Geografía Histórica.


El 2 de octubre de 2016, pasó a la historia por ser el día en que el pueblo colombiano le dijo NO a la paz con las FARC, una paz con errores y muchas concesiones, pero al fin y al cabo una oportunidad única de acabar un conflicto de más de 50 años. Según datos de la Registraduría Nacional, para esta fecha estaban habilitados 34.899.945 millones de colombianos, de los cuales votaron 12.808.858 millones; menos del 50% del electorado nacional. Por el SI votaron 6.377.482 personas, mientras que por el NO fueron 6.431.376 habitantes y residentes en el exterior con nacionalidad colombiana.


El presidente Juan Manuel Santos, no tenía la necesidad de llevar a cabo un plebiscito para que el pueblo colombiano refrendara los acuerdos de La Habana con las FARC. Sin embargo, su decisión se dio con un tono democrático en donde la ciudadanía debía elegir si quería que se firmara el acuerdo por el cual el gobierno trabajó durante 5 años, o si por el contrario rechazaba las propuestas que se habían firmado entre el Estado y la guerrilla.


Pues bien, aquel plebiscito, pasó a la historia por la victoria del NO. Porque los colombianos no estaban de acuerdo con lo pactado en Cuba y exigían que el partido de oposición (Centro Democrático) se sentara con el gobierno y las FARC para crear un nuevo acuerdo o hacerles cambios en temas específicos como: El narcotráfico, para que no fuera más un delito conexo, la justicia y reparación de parte de los miembros de las FARC hacia las víctimas, por una justicia diferencia con los militares y darle cárcel a los máximos responsables de los crímenes cometidos por la guerrilla más antigua de América Latina.


Sin lugar a dudas la victoria del NO fue un duro golpe para el gobierno de Santos, quien a pesar de contar con la totalidad del respaldo de la comunidad internacional, la población colombiana le dio la espalda a un proceso que no fue fácil y del cual en muchas ocasiones se pensó en cancelar por los diferentes actos de violencia que estaba cometiendo las FARC. A Santos no solamente le tocó lidiar con los actos, ilegales, de la guerrilla mientras avanzaba el acuerdo, sino que también tuvo que enfrentar una oposición liderara por quien fuera su antecesor.


El presidente Álvaro Uribe, es quizás uno de los personajes que más ha marcado la pauta política colombiana en los últimos 20 años. En 2014 creó el partido Centro Democrático, con el cual llegó al congreso de la republica con 19 Senadores (incluido el) y 19 Representantes a la Cámara y fue el partido encargado de ejercer una oposición sin descanso frente al acuerdo de paz y al presidente Santos, a quien acusaban de “traidor” y quien “iba a entregar al país a las FARC”. Fueron muchas las mentiras que el Centro Democrático repetía constantemente por los medios de comunicación y redes sociales, las cuales hicieron eco en gran parte de la ciudadanía, que no veían el acuerdo con las FARC de buena forma, sino que simplemente creía que iba a suceder lo mismo que en las otras oportunidades cuando el gobierno nacional se ha sentado a negociar con la guerrilla.


Pero también el gobierno que firmó la paz con las FARC, es responsable por no hacer la suficiente propaganda y crear mecanismos de participación amplios para que la población en su totalidad entendiera lo que estaba ocurriendo en Cuba. Para Santos era vital tener la paz firmada antes del 2016, ya que en los dos últimos años de su gobierno se dedicaría a hacer campaña política por un candidato que cuidara el proceso de paz, pero además a consolidar desde el congreso el acuerdo de paz y así evitar que el Centro Democrático, hoy día en el gobierno, le hiciera cambios o reformas importantes a los mecanismos de justicia, reconciliación y reparación. Sin embargo, a pesar de haber enviado a su ministro del interior Cristo y la canciller Holguín para agilizar el proceso, el acuerdo se firmó en septiembre de 2016, dejando un margen de maniobra al gobierno que ya empezaba a preparar las elecciones legislativas y a la presidencia del 2018.


Por otro lado, la victoria del NO aquel 2 de octubre de 2016, fue un castigo por parte de los uribistas hacia juan Manuel Santos, quien había sido elegido con los votos de Uribe y quien una vez en el poder se desligó totalmente de la herencia uribista y emprendió una nueva relación con sus principales aliados, sus vecinos (Venezuela y Ecuador) quien principalmente el primero ayudó desde el comienzo a las negociaciones secretas que se llevaron a cabo entre Pablo Catatumbo y Henry Acosta, los cuales se reunieron en secreto en algún lugar del Valle del Cauca (recomiendo el libro El hombre clave, de Henry Acosta Patiño) y posteriormente se iba a integrar Enrique Santos, hermano del presidente y principal consejero en los primeros acercamientos con la guerrilla.


En esa medida los acercamientos con Venezuela y Cuba y el acuerdo paz fueron dos matices que los uribistas tuvieron en cuenta para votar en contra de aquel acuerdo y con el cual el NO tuvo más opciones para ganar. Pero también el centro democrático utilizó la religión como un arma contra la cual acercar a las personas más devotas y religiosas a su ideología e intereses políticos. El NO fue también una clara advertencia de que en las elecciones de 2018 el que iba a suceder a Santos en el poder no iba a ser el elegido por el presidente, sino que es nuevo inquilino del Palacio de Nariño iba a ser elegido, de nuevo, por Uribe y al final así fue. Hoy después de dos años de uno de los golpes más duros para la democracia colombiana Iván Duque gobierna Colombia, con el Centro Democrático como el partido más fuerte del legislativo y con un acuerdo de paz, que si bien va a ser respetado va a sufrir algunos cambios que afectaran al mismo.


En términos generales la victoria del NO fue tanto un castigo al presidente Santos, como también una demostración demagógica del uribismo, quienes utilizaron mentiras y alguna que otra falsa verdad para engañar a la población. Mientras que Juan Manuel Santos, un viejo zorro político, hoy ya retirado de la política nacional y quien apenas pasados 50 días de haber dejado la presidencia, se ha mantenido al margen de cualquier discusión política, cumpliendo el mejor papel que puede en este momento: ser expresidente.


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