Por: Andrés Felipe Múnera C.
Politólogo.
Foto de: El Mundo, 2020.
En el ámbito local Estados Unidos históricamente siempre ha sido golpeado por diferentes actos terroristas que han tocado las bases de fuerza social: La población. Los más inocentes al final son quienes pagan “los platos rotos” de esas perversas leyes que permiten la facilidad de conseguir un arma. Esa locura nacionalista se ha exacerbado a niveles nunca antes vistos que miles de ciudadanos desde un edificio en Las Vegas o introduciendo armas de alto calibre a una escuela han aterrorizado al país a lo largo y ancho del territorio a sus compatriotas, miles de ellos muertos a causa de la flexible enmienda que facilita el porte de armas.
Donald Trump no se escapa de aquel escenario y más aún cuando ha sido uno de los promotores del mismo con su discurso xenófobo, polarizador contra quienes han defendido la vida. Es cierto, cada quien puede pensar de manera distinta, el mundo es libre y nadie debería sentir miedo en exponer sus posiciones, pero que un presidente que representa a un país, a sus habitantes, que es el responsable de velar por la seguridad ciudadana y por la estabilidad no lo haga demuestra no solo la bajeza ética y moral de la persona sino la irresponsabilidad en no actuar frente a actos que deshumanizan y nos hacen una sociedad cada vez más dependiente de artefactos que ocasionan dolor y no buscando la socialización y la unión como es el deber ser.
Trump se ha ido en ristre contra la población afro, no ha sido capaz de generar un discurso de rechazo contra las elites blancas que han apoyado estas actuaciones y las pocas condenas que han ocurrido de los mismos. El que un presidente de Estados Unidos no respete las libertades políticas como lo ha hecho contra varios gobernadores demócratas demuestra el sentimiento republicano de “si no estás conmigo estás en contra de mi” lo cual deja mal parado al partido y a la imagen de libertad que tanto ha pregonado este país a lo largo de su historia.
No es de extrañar que el tres de noviembre Arizona, Georgia o Carolina del Norte le den el respaldo al demócrata Joe Biden. Son estados tradicionalmente republicanos, pero que se han visto golpeados por el racismo, la exclusión y los actos vandálicos que fortalecen la polarización que desde la oficina de prensa de la Casa Blanca y desde el Twitter Trump mantiene y moviliza.
El nacimiento del movimiento Black Live Matter en una presidencia racista, xenófoba es la respuesta a tantos años de desprecio hacia una comunidad con los mismo derechos de los blancos, de cada una de las personas que viven han vivido o visitado este país. La muerte de George Floyd, un afro que el mismo Donald Trump ayudó a convertir en mártir es la muestra de lo que ha representado la exclusión y el asesinato sin ninguna razón de la población que es distinta a los blancos, a la supuesta sangre azul británica que conquistó los nuevos territorios americanos y que desde principios de la colonia acabó con toda la raza indígena en un afán o mejor con una sed de apoderarse de más y más territorios.
El hecho de que Estados Unidos pasará de tener el primer presidente negro en su historia a tener un presidente extremadamente racista y radical en sus convicciones raizales demuestra que este país necesita un cambio social sin precedentes. Su proceso de construcción política lo ha convertido en un estado multicultural donde se encuentran personas de todas las naciones del mundo y esa debe ser la consigna con la cual se haga política. Las famosas doctrinas que cada presidente ha creado en sus gobiernos son las causas para que hoy el sueño americano se siga fortaleciendo.
A Donald Trump le quedan poco más de dos meses de su primer gobierno, tiene la posibilidad constitucionalmente de otro periodo, pero en manos de los mismos estadounidense está su futuro político y porque no decirlo el futuro político y estabilidad del mundo.
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