Por Andrés Felipe Múnera C.
Politólogo
Foto de: PoliticaArgentina,2020.
“Renace” es quizás la palabra que más se escucha o se escribe en Chile. La población del país austral decidió el 25 de octubre de 2020 crear una nueva constitución que le diera punto final a la ya establecida desde 1980 y creada por el régimen del general Augusto Pinochet. Los ganadores todos y todas los chilenos, con una votación de un poco más de 8 millones de personas el SI arrasó en todo el país con un 78% que equivale a 5.885.721 personas frente a los del NO con un 27,73% equivalente a 1.533.932 personas que deseaban continuar bajo el legado de la actual carta magna.
La constitución de 1980 marcó la pauta a la transición democrática en 1990. Desde el plebiscito de 1989 la población del país no era llamada a votar para tomar decisiones políticas trascendentales para el futuro de esta nación. Es cierto que Chile ha sido catalogado como la cuna del milagro económico de América Latina y que su fortaleza económica se dio a causa de las reformas creadas por los “chicagos boys”. Sin embargo, las mismas fueron pensadas para un momento coyuntural diferente al que se vive en el 2020.
Desde 1990 cuando regresó la democracia al poder, los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet se habían caracterizado por ser de centro y centro-izquierda. Una vez llegado en 2010 la derecha al poder con Piñera como su presidente las protestas y los desmanes volvieron a ser noticia. La desigualdad es unos de sus principales problemas sociales, según datos de la CEPAL, en Chile un 1% de la población concentra el 26,5% de la riqueza del país. Mientras que el 66,5% de la población solo cuenta con un 2,1% del capital; para 2019 la pobreza aumentó en un 0,3%.
El plebiscito no debe ser visto como un aspecto negativo, los ciudadanos deben concentrar todas sus fuerzas en la elección del 11 de abril del 2021 cuando elijan a los 155 miembros de la convención constituyente que serán los encargados de crear la nueva hoja de ruta que guíe al país. En pleno siglo XXI la constitución debe cuidar y proteger los derechos de sus ciudadanos, pero así mismos otorgarlos y exigirle una serie de deberes. La importancia de una nueva constitución radica en que todos los sectores de la población son acogidos en una sola voz, en un solo texto en el que se enmarca el futuro político de una nación próspera como lo es Chile.
No debe existir el miedo frente a los cambios, debe prevalecer la estabilidad económica, más si se deben llevar a cabo reformas que beneficien a la población las mismas pueden hacerse bajo común acuerdo. El cuento de que el comunismo se va a tomar el país es una alegoría de la derecha y la extrema derecha por el miedo a perder el poder en las próximas elecciones. Chile NO se va a convertir en una Venezuela por el hecho de que se cree una nueva constitución, lo ideal es que no se toque el modelo económico, eso depende de los mismos chilenos.
Es menester entender que el modelo político chileno se agotó. La reelección en un mandato no consecutivo de Sebastián Piñera es la muestra fehaciente de lo que sucede en la derecha chilena. A pesar de haber tenido la posibilidad de dirigir el país entre 2010 y 2014, el presidente se presentó en 2018 para un nuevo mandato. El problema de la derecha chilena radica en su conservadurismo y en las pocas figuras nuevas que logren atraer electores hacia sus filas, su pensamiento y visión del país.
Por otro lado el segundo mandato de Michelle Bachelet también afectó a la izquierda, puesto que ninguna otra figura política relevante de este sector logró consolidar un proyecto político carente de figuras progresistas.
Piñera de 70 años pasará a la historia como el presidente que tuvo que dejar consolidado el proyecto político de la nueva constitución y será el próximo gobierno quien inaugure la nueva carta magna por la cual se regirá Chile hasta que su población decida que es hora de un nuevo cambio. Esta coyuntura no solucionará los problemas del país pero si será la punta de lanza que permita que la situación social y economía de millones de chilenos mejore; incluso la calidad educativa y los precios de las universidades pueden variar y tender a ser equivalentes a los ingresos mensuales fijos de una población que recibe en promedio 600 dólares al mes y muchos de los ya pensionados poco más de 286 dólares mensuales.
El próximo inquilino del Palacio de la Moneda deberá lograr unir a la población del país, una población multicultural, rica en recursos naturales pero así mismo en capital humano.
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