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Foto del escritorGeografía Histórica

¿Volver al pasado?

Actualizado: 5 may 2020

por Andrés Felipe Múnera

Politólogo


Lamentable son las palabras de Iván Márquez en las que expresa junto a un grupo de personas, alzados en armas, entre los que se encuentra Jesús Santrich y alias el paisa su retorno a las armas. La que sufre es Colombia no su clase dirigente que con las palabras de este líder guerrillero se preparará para volver a someter a los militares a una guerra que no tiene sentido. Desde Bogotá, los Generales prepararan los ataques contra los campamentos guerrilleros, pero quienes pondrán los muertos serán los pobres y desvalidos olvidados por el Estado durante décadas.


Hoy, con el discurso de media hora en algún lugar de Colombia o Venezuela, Márquez le da un nuevo aire a la política de seguridad democrática de Uribe. A pesar de que el presidente Duque y su comisionado de paz han tomado la noticia con calma y apoyando el proceso de paz en marcha con el 90% de sus integrantes (como lo dicen Santos, el gobierno y hasta el mismo Timochenko), esta noticia golpea muy fuerte a muchos de los que apoyamos contra viento y marea esta oportunidad de tener un poquito de paz, un poquito de tranquilidad.


Que difícil es apoyar una paz sino se sabe lo que es la guerra. Es muy complejo entender este proceso estando en una oficina o un apartamento de lujo en Bogotá, Cali, Medellín o Barranquilla. Lo que pasa en las ciudades no se asemeja al duro conflicto en el que viven las familias del campo y los pequeños municipios que por años han sido golpeados por el flagelo de la violencia. El retorno de la guerrilla vuelve a golpear la tranquilidad del norte del Cauca, del Catatumbo, del sur del Tolima y otras partes de Colombia en donde la presencia del Estado es precaria o nula.


Cuando no hay una visión a futuro no existe un proyecto de país en donde la inclusión de todos como Colombianos, nos permita vivir en una sociedad en paz con oportunidades para todos. No existen proyectos que permitan lograr la integración como comunidad y así no es posible una paz.


Muchos critican a Santos porque simplemente quería el premio nobel de la paz. Tal vez sea cierto que solo buscaba ser alguien a nivel mundial y este premio era la oportunidad para conseguir un puesto en la historia como ya lo tienen Mandela y Obama. pero al menos fue el único que contra la fuerza del uribismo logró sentar a las FARC nuevamente en una mesa de diálogos y los llevó a la desmovilización. Fueron muchos los que lo insultaron, los que estuvieron en contra de su bandera política e incluso tuvo que aguantar la más férrea oposición en años en el congreso para sacar adelante su propuesta de paz. Logró llevar al legislativo y a la política a los ex combatientes, porque es mejor tenerlos ahí haciendo política en vez de estar "dando bala en el monte".


Hoy (29 de agosto) Colombia vuelve a vivir el temor de regresar a las dos últimas décadas del siglo XX en el que la violencia, de las guerrillas y los paramilitares, se tomaron las calles de las ciudades y pueblos del país. Las muertes, los asesinatos, los atentados volverán de a poco a convertirnos en un país lleno de miedo y terror. No será la misma violencia, quizás no habrá candidatos presidenciales muertos, menos el exterminio de un partido político, pero se amarrará al poder el uribismo, quien con esta excusa de la guerra contra la nueva guerrilla y el ELN tendrá discurso para rato.


Es difícil predecir el futuro, pero para las elecciones de 2022 quizás sean las mujeres las que tomen la batuta de la política. Hoy tenemos una mujer vicepresidente y en las próximas elecciones nacionales las candidatas podrán utilizar el discurso contra la violencia, contra la guerra, el feminicidio como bandera para llegar al Palacio de Nariño. La primera piedra de la nueva Colombia que nace hoy con tristeza la han puesto Márquez y sus aliados; los tres años que le quedan a este gobierno (Duque 2018-2022) serán de vital importancia para Paloma Valencia quien se postulará como la principal candidata de Uribe para suceder

a Duque en el poder, y la hoy honorable senadora no le tiembla la mano, como a Duque, para hacer lo que su "adorado" jefe le diga qué debe hacer.


Colombia: ¿Vuelve al pasado?

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