Por: Andrés Felipe Múnera C.
Politólogo.
(Foto de: Revista Semana, 2020)
El primer debate presidencial de la contienda electoral que dio lugar en Cleveland, estado de Ohio y que terminará el martes tres de noviembre entre Donald Trump y Joe Biden en Cleveland dejó mucho que desear. Desde la entrada de ambos candidatos se vio un presidente-candidato cansado, caminando lento, agotado, con expresiones en su rostro de debilidad y un aspecto de un color naranja que oculta un poco los difíciles tres años y medio que ha sido su gestión. Por parte del candidato demócrata se le vio muy efusivo en el comienzo tratando de ocultar su avanzada edad demostrando que cuenta aún con una increíble capacidad física para dirigir la principal potencia mundial.
El debate se puede reducir a una sola palabra: Vergüenza. Exactamente ese fue el resultado del debate, una completa vergüenza entre dos candidatos que se odian visiblemente, que no se respetaron y que utilizaron palabras como payaso, perdedor, el último en su clase, el peor presidente en la historia para dirigirse el uno hacia el otro. No importó que más de 110 millones de personas los estaban viendo y escuchando en el país y en el mundo interesado en entender cuál es la perspectiva de cada uno frente al caos que deben manejar a partir del 20 de enero de 2021.
Es cierto que Trump trató de acomodar el debate a su gusto, al principio se le vio cómodo haciendo declaraciones fuertes sobre situaciones pasadas de Biden, utilizando epítetos y lo que ha dominado su gestión como presidente: Las mentiras para deslegitimar a su adversario. Trump trató de hacer enojar a Biden, pero el candidato demócrata se mantuvo en su puesto a pesar de que en algunos momentos se expresó de manera incorrecta y muy por debajo de lo que se espera sea un debate a la presidencia de los Estados Unidos.
Pero la principal estrella de la noche fue el moderador del debate. El señor Chris Wallace desde el primer minuto perdió el control del mismo, dejo que en muchas ocasiones los candidatos contradijeron las reglas para responder a las afirmaciones de su oponente. La claridad y el manejo que debía darle Wallace al evento fue caótico y terminó convirtiéndose en lo que Trump pretendía: Que el debate fuera un show, porque es ahí donde él se encuentre mejor preparado, se siente en su campo y tiene la capacidad y la habilidad de derrotar a quien sea. A Trump no le importa la clase, ni la altura ni las reglas de los debates, le interesa ganar y generar votos que la gente le crea y ese es el verdadero éxito de su vida y por eso ha utilizado el populismo a su antojo porque es un terreno que sabe manejar de manera brillante, pero no correcta, dentro del mundo político.
En términos generales, fue un debate entretenido para el espectáculo televisivo, aburrido por la falta de propuestas y decepcionante por la grandeza de estos espacios en la historia de los Estados Unidos. En mi opinión no hubo ganador pero su hubo dos grandes perdedores: Donald Trump y Chris Wallace. El primero porque trató de utilizar el mismo modelo de hace cuatro años pero el él no ha entendido que en el debate de 2020 ya es el presidente y se le está midiendo por los resultados obtenidos en su primera gestión, además que la idea de esos espacios televisivos es lograr ganar el favor de los indecisos. Y el segundo porque no tuvo la capacidad de tomar la vocería del debate, en muchos momentos se le vio perdido incluso como si no estuviera presente en el escenario para hacer de moderador.
El próximo debate será el jueves 15 de octubre en Miami, un lugar estratégico para ambas campañas en donde Trump tiene una muy amplia ventaja pero Biden también cuenta con una importante cantidad de votos en un estado clave para ambas campañas como es la Florida.
Queda poco más de un mes para las elecciones presidenciales. Estas serán las más importantes de los últimos 80 años. Aquí se define el futuro político, social y económico de los Estados Unidos y está en manos de su población recuperar la grandeza del país, la verdadera grandeza o continuar en medio del desorden y la pésima gestión política y administrativa de los últimos años.
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